Escuelas de rock
regresaba al norte tras 12 años de abandono, a recoger los cimentos
de lo que alguna vez se construyo y con ellos todo el staff rumbo a Tarapacá. El norte nuevamente me esperaba y
con ellos la incertidumbre que trae conocer un nuevo lugar.
La llegada
fue interesante un aeropuerto costero y 16 grados de calor acompañado
de un taxista quien me trataba de convencer de que estaba fresco, mientras
detrás de las dunas comenzaban a aparecer edificios, playas y
contrastes.
Me llamo poderosamente la atención lo militarizada que estaba la ciudad, me recordó mucho a Arica, en su calidad de ciudad fronterizas estaba justificado por lo que me extraño bastante que esto mismo ocurriera en Iquique. Donde se desfila todos los domingo en la plaza y los uniformados están a la orden del día, el norte señores, es una larga frontera llena de mestizaje.
Tras un recorrido inicial por su parte histórica y su gastronómica a base de mango, me dirigí al muelle de los lobos marinos donde me embarque hacia su principal atractivo. La mítica bolla de la esmeralda. Paseo que ademas de ser anecdotico, ya que el tour es dirigido por un peruano, resulta ser toda una experiencia marina extrema. Pues la bolla esta instalada fuera del muelle de abrigo donde se confirma que nuestro océano de Pacifico no tiene nada.
La noche Iquiqueña trajo consigo nuevos personajes y un concierto de free jazz y poesía en un taller de pintura, donde las diferencias regionales comenzaba a exacerbarse y marcarse. “Cuando Dios
hizo el Edén… Iquique” fue una de las frases mas potentes que escuche. Comencé a entender
varias cosas: tales como su aislamiento los tiene sumido en una autosuficiencia geográfica y que las distancias entre realidades y barrios son cuasi nulas lo que me recordó mucho a "Rio de Janeiro" donde quizás la única gran diferencia sea la tranquilidad del mar.
El recorrido finalizó en el barrio el Morro, sector estigmatizado por las droga al igual que la
Legua o Playa Ancha donde la cortina oculta las bondades del sector y la
música es la puerta de salida.
El tiempo fue breve
y tras el evento, el cierre fue una
agradable conversación con un bombero de la Copec, personaje que de pasada me salvo al facilitarme un enchufe para cargar mi celular, entre la conversación me contó que se vino del
sur a Iquique, a lo que le respondí ¿De donde, Temuco Valdivia? No me dijo, vengo de Viña...